Creer que
Creo que esta vez fue diferente. Entre,
No había nadie, salí,
Seguía sin haber nadie.
Pedí un par de granos expresos con crema y estaba frío. El sillón bordó estaba caliente, algo
que tal vez me habían dejado, pero éste me esperaba acá. Creo que esa bella mujer que pasó
por el transparente jamás va a entrar a este tipo de lugar. Tampoco creo que sea por mí,
probablemente no sea de su gusto. Creo que un hombre acaba de entrar y agarró el diario del
día, ya es miércoles como para que agarre el del domingo. Creo que vi una tela de araña en lo
alto. Creo que me resulta extraño verla, en un lugar tan como este... Me creo
Creo que me creo
Creo que cuando me creo va todo tan bien, que todo resulta cuando me creo. Pero nunca hay
nadie. Sí, sigo creyéndome, no va a haber nadie Pero si no me creo, van a estar todos sin mí
¡Pero la puta madre! Creo que me tengo que creer, quedarme en este sillón cómodo, caliente
y hogareño, tomando estos granos sumergidos y esperando a que se llene de gente que quiera
entrar
Digo
No sé, el lugar está lindo, no le veo nada de malo Vuelvo a repetir, no creo que sea yo.
Vuelvo a repetir, no perdí. Sigo repitiendo, no siempre fui. Cuando estaba a punto de serlo,
alguien pasaba por encima y quedaban rectángulos con líneas rectas marcadas medio en
curva, negras, formadas por quemaduras en la calle. Pasaban y era un mruuauaaaaaaan! –auto
acelerando- es complejo me decían
Es complejo
Eso me decías, no sé si darte bola, no lo sé. También a veces creo que somos, cuando estoy a
por sobre nosotros, pero si estaba hablando de vos, no podría pluralizar, claro, pero sí, es el
creer, es creer que todo, todo lo es, no tener ni puta idea de qué escribir, también es creer. Es
verdad, estaba en una cafetería el miércoles, ¡es sábado viejo! Sí, estoy continuando éste
escrito siete días después. También llovió. También esa muchacha a la que querían que le
dedique un escrito entró a la cafetería y se sentó a un lado, dejándome leer ``La casa de
Bernarda Alba – García Lorca’’ y ella se sentaría a un lado, en frente, donde se le cante,
buscaría un vinilo de Louis Armstrong y lo pondría, caminaría unos pasos algo meneados, se
acercaría a su asiento en mis cercanías, agarraría un libro de Cortázar y se pondría a leer sin
mencionarme ni una palabra al respecto, levantaría el codo, que impulsado por él quedaría la
muñeca paralela al cuerpo a la altura de la cabeza haciendo una especie de tres fruncido, dos
dedos medio cerrados, a todo esto lo acompañaría con su voz hermosa mencionando la
palabra –Mozo! Él se acercó a nosotros, me miró, pensaba que yo quería algo más, no lograba
comprender que ella lo había llamado, la miré, con sólo mirarla le transmití, dale, hace tu
pedido. El mozo me seguía mirando, yo la seguía mirando a ella, que por cierto, ella estaba
mirando al mozo, cuando veo que dos de sus curvas, interpretan un pedido de algo caliente
con dos mantecosas masas, me enamoré más de lo que ya estaba, el mozo, un instante
después, menciono algo extraño ¡no lo podía creer! No sé si increíble o extra de lo creíble! Era
algo parecido a frustración, me enoje, me puse triste, y creo que se me había desvirtuado el
alma, pero sí, me acuerdo textual lo que había dicho, era algo así como –señor, ¿le traigo la
cuenta?